martes, 26 de mayo de 2020

Antonio Blay



“Todos vivimos por debajo de nuestras verdaderas sensibilidades.”

“Todas nuestras acciones obedecen a este doble impulso fundamental: el de la plena autoexpresión y el de la plena concienciación de nuestro ser.”

“Es muy importante ver bien la diferencia entre el yo-experiencia, lo que he vivido, lo que yo he convertido en experiencia, y el yo-idea. (...)
El yo idealizado es la proyección del yo-idea en el futuro. Yo tengo una cantidad determinada de cosas por expresar, que es lo reprimido. Siento la necesidad de vivirlas de un modo u otro, y por eso me veo inclinado a crear la idea de mi futuro como medio necesario para satisfacer las exigencias de mi presión interior. Si yo pudiera vivir en cada momento todas las energías que fluyen en mí constantemente, no necesitaría apoyarme en el futuro , pues viviría mi plenitud actual y dejaría que luego, cuando el futuro se fuera haciendo presente, planteara su propia plenitud.”

“No se puede hacer trampa a la vida. La vida es la verdad. Somos nosotros los que hemos de aprender a adaptarnos, a seguir este proceso natural de la vida.
(...)
¿Por qué no puedo adoptar una actitud afirmativa de entrada, de forma que todas las situaciones que me sobrevengan, favorables o adversas, las viva de modo afirmativo, positivo?
Si me vienen dificultades y yo reacciono, y lucho, entonces, por más que la situación en sí fracase porque sobrepase mi capacidad, yo interiormente habré vivido el hecho de modo afirmativo, porque habré expresado mi capacidad de acción, de respuesta. La experiencia quedará en mí, por lo tanto, como afirmativa. (...)
Sólo podemos vivir las cosas cuando las expresamos.(...)
Podemos adoptar una actitud positiva, como la que hemos tenido en los mejores momentos de nuestra vida. (...)
Todo lo que deseamos de verdad, con entera sinceridad, provienen de nuestro interior y, por lo tanto, podemos realizarlo en nosotros. Podemos realizar absolutamente todas las cualidades internas, todos los estados interiores que deseamos y en el mismo grado precisamente en que somos capaces de desearlos.”
(Antonio Blay)




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