martes, 15 de septiembre de 2020

Haruki Murakami y gato



Nunca usé al retratado como modelo. Recibía el encargo y lo primero que hacía era mantener una entrevista personal con el cliente. Le pedía una hora de su tiempo para entablar una conversación cara a cara (…) y, al final, les pedía cinco o seis fotos que les gustasen, fotos normales de su vida diaria. A veces, no siempre, usaba una pequeña cámara para tomar fotos yo mismo de distintos ángulos de su cara. Nada más. (…) Necesitaba recordar al retratado de forma tridimensional (...) Para mí era importante sentir cierta simpatía por los clientes (...) se tratase de quien se tratase, si me asomaba hasta el fondo, siempre descubría dentro de cada persona algo que brillaba con luz propia.” (Haruki Murakami. La muerte del comendador)

Para mí bastaba con que fueran capaces de pintar dejándose llevar por la felicidad. (…) Lo que yo pretendía enseñarles era una forma de mirar, no tanto una forma de pintar.”(Haruki Murakami. La muerte del comendador)

¿Qué colores usaría para pintar su propio retrato?...

¿Colores? Cuando escribo pienso en música, no veo ningún color. Quizá sea una forma de poder usarlos todos. Me pasa algo similar con los sueños. Yo no sueño. O no los recuerdo, pero mi literatura está llena de ellos; los imagino. Un amigo mío, psiquiatra, solía decirme: “Escribes, no tienes que soñar”.

(Murakami, entrevista el País)





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