domingo, 23 de enero de 2022

Geoffrey Gurrumul Yunupingu


 

"En esta canción estoy con mi padre, mi madre y mis familiares. Estamos sentados en la arena, frente al mar. Mientras yo toco y canto, vemos la historia del océano y nos convertimos en océano nosotros mismos." (Geoffrey Gurrumul Yunupingu)

*Filosofía de unidad con el mundo físico, donde cada cual es “un hilo en la red del universo, una línea melódica que discurre afinada en la frecuencia de las líneas de sus semejantes, ancestros y descendientes. Los pobladores iniciales del continente australiano (400 pueblos que son los más antiguos de la Tierra y hablan 250 lenguas) desarrollaron una forma expresiva donde el arte no está separado de la vida. Sufrieron el expolio de recursos y bienes culturales: sólo en lo que se refiere a las maravillosas pinturas tribales que representan mapas del mundo y bautizan cada elemento, el imperialismo se llevó 60.000 que ahora guarda como suyas el Museo Británico.

Los aborígenes —menos del diez por ciento de los habitantes de la despoblada Australia— molestaban en el resto del país. No hay recuentos oficiales, pero al menos 100.000 aborígenes fueron asesinados hasta los años treinta del siglo XX en masacres a punta de bayoneta. Hoy gozan de derechos plenos, pero son discriminados socialmente y viven en condiciones de pobreza extrema.

En la isla Elcho, un largo y estrecho brazo de arena y sotobosque del distrito de Arnhem Land, un niño que sería leyenda aprendió a tocar un piano de juguete a los cuatro años. De seguido, un acordeón, calderos de plástico y pedazos de hojalata. A los cinco, Gurrumul extraía música de intensa levedad de la guitarra. Era zurdo, pero interpretaba el instrumento como diestro. Hablaba muy poco inglés y usaba como idioma vehicular uno de los ocho dialectos del yolgnu, un cuerpo fonético expresivo, sonoro y preciso: gapumirr significa agua; girrkirr, océano de aguas blancas; rrikawuku, el horizonte que sirve de límite al océano.

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