sábado, 13 de noviembre de 2021

Mariana Enríquez


 

Tenía que dejar de pensar. La intuición le llegaba cuando era capaz de desviar su atención: era una regla y funcionaba. (…) Hicieron todo el camino despacio porque Gaspar se quedaba estudiando cada animal que veía; los coatíes, un lejano tucán sobre un árbol, las lagartijas quietas. (...) Alrededor todo era opulento y terrible: los árboles que tocaban el río, a lo lejos la selva oscura, el agua enorme y veloz. (…) una sequía había dejado al desnudo los lechos secos, colorados; alguna catarata aún caía, fina como un manantial, doméstica como una ducha. Él había ido a ver ese paisaje del fin del mundo.”

(Nuestra parte de noche. Mariana Enríquez)



Tomó un puñado de ceniza (…) para dibujar el signo de la medianoche (…) Lo hacía todas las noches con idéntico resultado: el silencio. Un desierto de arena fría y estrellas opacas (...) la respuesta era siempre la misma: el viento sobre el vacío.” (Nuestra parte de noche. Mariana Enríquez)


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