domingo, 14 de noviembre de 2021

El acorazado Potemkin


 


“¡Todo es santo! ¡todos son santos! ¡todos los lugares son santos! ¡todo día está en la eternidad! ¡Todo hombre es un ángel! (…)
¡Santo perdón! ¡compasión! ¡caridad! ¡fe! ¡Santos! ¡Nosotros! ¡cuerpos! ¡sufriendo! ¡magnanimidad!
¡Santa la sobrenatural extra brillante inteligente bondad del alma!”

(Allen Ginsberg. Aullido)


Escaleras prodigiosas

El hombre empezó a albergar deseos de trascendencia (…) concibió rudimentarias escaleras (...) acaba de inventar el instrumento que le conduciría al cielo y al infierno. (...) Recuerdo mi escalera favorita al cielo: estaba formada por los descomunales peldaños, sepultados en parte por la vegetación, que conducían a lo alto de una de las pirámides de Tikal, el recinto maya de la selva de Guatemala. Encaramado en el piso más elevado tal vez no divisaba exactamente el cielo, pero sí un paisaje que se le parecía mucho. También recuerdo haber visitado una escalera al infierno. Por ella, en el campo de concentración de Mauthausen, los prisioneros transportaron los pesados materiales que acabarían aplastándoles, si antes no morían de extenuación, hambre o debilidad. Sísifo en los tiempos de la muerte en masa. (…) inquietantes caminos hacia el todo o la nada. Hacia la nada, precisamente, conduce con una maestría inigualable Giovanni Battista Piranesi, cuya serie de grabados Cárceles imaginarias encierra la mayor variedad posible de escaleras vertidas al vacío, una pesadilla del subsuelo que ha conmovido a tantos escritores y pintores. Y a algunos cineastas: Éisenstein, gran maestro él mismo de la escenografía de la escalera -El acorazado Potemkin, Octubre- se confesaba abierto deudor de las febriles creaciones de Piranesi. En ninguno de sus escritos, sin embargo, como en El Aleph: 'Bajé secretamente, rodé por la escalera vedada, caí. Al abrir los ojos, vi el Aleph. Sí, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos'.

(Rafael Argullol)


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