viernes, 29 de marzo de 2019

Mary Oliver, la mensajera



Mi trabajo es el de amar al mundo.
Aquí los girasoles, ahí el colibrí–
idénticos buscadores de dulzura.
Aquí la apresurada levadura; ahí las azules ciruelas.
Aquí la almeja, hundida en la arena moteada.
¿Mis botas son viejas? ¿Mi abrigo está roto?
¿Ya no soy joven ni todavía la mitad de perfecta? Déjenme
concentrarme en lo que importa,
que es mi trabajo,
el cuál, en su mayoría, es estar de pie y aprender a estar
asombrada.
El mosquero, la candelilla.
Las ovejas en su pasto, y el pasto.
Lo cual es, en su mayoría, jubiloso, pues todos los ingredientes están aquí,
que son gratitud, por haber recibido una mente y un corazón
y estos cuerpos vestidos,
una boca que da gritos de alegría
a la polilla, al reyezuelo, a la soñolienta y recién excavada almeja
para decirles, una y otra vez, como es
que viviremos para siempre.

(La mensajera de Mary Oliver)


Lo sé, nunca tuviste la intención de estar en este mundo.
Pero estás en esto de todos modos.
Entonces, ¿por qué no empezar de inmediato?
Es decir, pertenecer a ello.
Hay mucho que admirar y mucho que llorar.
Y para escribir música o poemas sobre.
Bendice los pies que te llevan de un lado a otro.
Bendice los ojos y los oídos que escuchan.
Bendita la lengua, la maravilla del gusto.
Bendito toque.
Podrías vivir cien años, ya sucedió.
O no.
Estoy hablando desde la plataforma afortunada
de muchos años,
Nada de lo cual, creo, desperdicié jamás.
¿Necesitas un empujón?
¿Necesitas un poco de oscuridad para ponerte en marcha?
Entonces déjame ser tan urgente como un cuchillo,
y recordarte a Keats,
tan solo de propósito y pensamiento, por un tiempo,
tuvo toda una vida. ~ María Oliver

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