EPITAFIO PARA LOS PERROS MUERTOS SOBRE LA TIERRA
Hacia la nada
partieron tristes
o muy veloces,
grito rebelde
o flaca tela.
Su común suerte
no compadezcas.
Transformados en
luz del gran todo,
se yerguen ahora
tan magníficos,
más hermosos aun
que el hondo olvido,
como el mismo bien
enigmáticos:
igual que tu alma mañana,
hoy quizás,
oh tú que pasas.
(Sara Gallardo)
JOAQUÍN GIANNUZZI | El galgo
Vi la carrera de un galgo filmada en cámara lenta.
Era como soñarlo. El mecanismo del movimiento
diseñaba una coreografía
de ondulantes miembros articulados
para mínimos puntos de apoyo. Blanca
la estirada estructura moteada, sobre finas columnas
que extendían tensiones dilatadas
hasta límites regidos
por una pulsación aérea de velocidad.
Un foco de energía estallando hacia la gracia
de un orden sano bajo el sol,
mientras hacia atrás corrían
confusamente, nubes, árboles y vientos.
Y yo sentado
aplastando al planeta con excesiva grasa
y mi torpe universo dislocado.
Equivocado y discontinuo,
una distorsión oscura
que jadeaba ante el galgo, su decisiva claridad.
“Cuántas veces he sonreído al contemplar a esos filósofos de cuatro patas, esos esclavos devotos y obedientes que tendrían que estar incluidos en el diccionario republicano si la República, que tanto se preocupa por la felicidad de los hombres, encontrara una pizca de tiempo libre para fijarse en la felicidad de los perros y tratarlos con los honores que se merecen. A menudo pienso que debe de existir en alguna parte una Tierra Prometida para los perros buenos, para los perros pobres, los sucios, los solitarios; un lugar en donde se recompensen su coraje, su paciencia y su esfuerzo.”
(Charles Baudelaire)
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