“Ella levantaba aún más la lámpara, y el aire parecía volverse fibroso y alejarse con prisa de la superficie verde mediante hebras amarillas y rojas que llameaban y brillaban como fuego humeante que ardiera en la hoguera. Poco a poco, se fundían las hebras de la hoguera en una bruma naranja, en una incandescencia que levantaba el peso del cielo gris de lana por encima de ella y lo convertía en un millón de átomos de color azul pálido. Poco a poco, la superficie del mar se volvía transparente y se quedaba haciendo ondas y destellando hasta que las líneas oscuras casi se borraban. Poco a poco, el brazo que sostenía la luz la levantaba más y más arriba, hasta que se veía una clara llama; ardía un arco de fuego en la curva del horizonte y, debajo de él, el mar se incendiaba de oro. “
(Las olas. Virginia Woolf)
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