"Ese hombre grande sin aspavientos, andares mitológicos y del que siempre te podrías fiar, alguien que irradiaba luminosidad, coraje sobrio, protección, humor, determinación, dureza auténtica, profesionalidad, pero también inevitable ocaso, tragedia muda, desolación."
"Cuentan que los majestuosos andares de Wayne los copió de Jhon Ford. A cambio, Wayne fue el transmisor ideal del universo y los sentimientos de ese inigualable poeta del cine, de ese señor que se presentaba desdeñosamente una y otra vez como un profesional que se limitaba a hacer su trabajo, que no tenía nada que ver con el lirismo ni con el arte. Ford se refería a Wayne como “ese pedazo de carne”, pero está claro que su relación, más allá del trabajo, debió de ser paterno filial."
(Carlos Boyero)
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